Bajo aquel olivo, la
otra noche, soñé contigo.
Tan esbelto y
delicado como te recordaba,
con un cierto tono
fugaz, que decoraba.
Ese azul cielo de tus
ojos,
capaz de confundirse
con la más absoluta calma,
la más absoluta paz.
Esa bondad que me inspiraban,
tan sólo mirar,
ya no están, ya se
han ido,
dejando un oscuro
vacío.
Clandestina razón que
te arrastró y arrancó de muchos
corazones,
desvariando y
manejando las ilusiones.
Nada más irte todo
cambió,
cambiaste el rumbo
con tu partida,
dejando claro el
nuevo sentido de la vida.
Puede que las mañanas
no vuelvan a brillar como antes,
Por que te llevaste
contigo todo aquello con lo que un día te comparaste.
Entonces ahora tus
ojos tendrían sentido, si no
hubiesen estado allí,
en el momento
oportuno, en el menos indicado,
en ese de tanto
llanto, que los fue apagando.
Y hoy, aquí todos, conservando esa esperanza audaz
de que algún día, ese
brillo volverá.
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